Los dos estudios RENATA sobre hipertensión mostraron que 1/3 de la población hipertensa no sabe que lo es y de ellos solo 1/3 recibe tratamiento y menos de un 20% tiene la presión diagnosticada, tratada y controlada.
Los dos estudios RENATA sobre hipertensión, realizados en Argentina, fueron de gran importancia. Uno de ellos se desarrolló en el año 2007 y el otro entre 2015 y 2016. Dichos trabajos mostraron que 1/3 de la población hipertensa no sabe que lo es. Entre los que lo saben, solo 1/3 recibe tratamiento y menos de un 20% tiene la presión diagnosticada, tratada y controlada.
El médico Pedro Forcada, doctor en Medicina, cardiólogo y especialista en hipertensión arterial y mecánica cardiovascular, expresa que lo más grave en relación a estos estudios es que, a pesar de existir una distancia de 10 años entre uno y otro, no hubo diferencias en cuanto a los resultados.
Lamentablemente, no es un problema que atañe solo a la Argentina.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 20% y 35% de la población adulta de América Latina y el Caribe tiene hipertensión.
Por eso, el doctor Forcada destaca la importancia de la iniciativa MMM (Mayo Mes de Medición de la Presión Arterial) de la Sociedad Internacional de Hipertensión (ISH). La acción implica un mes entero de difusión, educación y medición de la presión arterial alrededor del mundo.
El especialista señala que, gracias a esta iniciativa, de un año al otro el número de pacientes diagnosticados creció exponencialmente.
-La mejor estrategia en prevención es la educación, tanto del paciente como del médico. La importancia del diagnóstico y del tratamiento de la hipertensión ha mejorado mucho en los últimos 20 años. Sin embargo, las cifras de morbimortalidad cardiovascular muestran que aún estamos muy lejos de un control óptimo de los factores de riesgo en general y de la hipertensión en particular.
-En todos, lo que varía es el nivel de presión arterial y el riesgo cardiovascular que determina cuándo se debe iniciar el tratamiento farmacológico. Las medidas no farmacológicas (comer sin sal, ejercitarse, alimentarse saludablemente, no fumar y mantener el peso) ayudan, en muchos casos, a no utilizar medicación. Y, en el caso de los medicados, a utilizar menos fármacos.
-La hipertensión es una enfermedad multifactorial resultante de una interacción entre la genética del individuo y su epigenética. Los factores epigenéticos más conocidos son los llamados factores de riesgo cardiovascular estrechamente relacionados como la hipertensión, la dislipemia, la diabetes y la obesidad. Otros son trastornos de la conducta, por ejemplo, la mala alimentación, el tabaquismo y el sedentarismo. Finalmente, están los psicosociales, como el estrés, la depresión, el aislamiento social y la falta de propósito en la vida.
–La psicoinmunoendocrinología, desde las neurociencias, explica la estrecha relación bidireccional entre la alteración de la red alostática, los factores de riesgo y la enfermedad cardiovascular. Por ejemplo, los pacientes deprimidos tienen disturbios del balance neurohormonal que repercuten en la regulación de la presión arterial, la coagulación de la sangre y la función cardíaca.
De esta manera, los pacientes tienen una mayor propensión a desarrollar una enfermedad cardiovascular. Por su parte, la cardiología de la conducta ha demostrado que, entre los pacientes cardiovasculares, es más frecuente la depresión y esta aumenta la morbimortalidad cardiovascular. El puente corazón-cerebro es bidireccional.
-Se podría considerar que hay una estrecha relación entre la COVID-19 y el sistema cardiovascular, tanto en el desarrollo de la infección como en la evolución de misma.
La enfermedad cardiovascular es un factor de riesgo para la infección por COVID y los pacientes cardiovasculares son más vulnerables al virus, pues desarrollan cuadros más graves y de mayor morbimortalidad.
Si bien el virus ingresa por la vía aérea y la complicación respiratoria es la más visible, en la fase avanzada se disemina por el sistema cardiovascular comprometiéndolo con dos síndromes generalizados. Uno inflamatorio y otro de microtrombosis. Estos cuadros pueden llevar a la muerte y a complicaciones crónicas.
Además, en pacientes con COVID, se han descripto complicaciones tales como miocarditis, arritmias, eventos coronarios y muerte súbita.
Finalmente, el sistema cardiovascular puede estar involucrado en el síndrome post-COVID alejado, caracterizado por taquicardia, disnea persistente y astenia.
Aún se está analizando el grado de daño que este virus puede producir en nuestro organismo. Es extenso y uno de los sistemas de choque involucrados es el cardiovascular.
Sin lugar a dudas. Antes de la pandemia, los estudios sobre factores de riesgo psicosociales mostraban un efecto muy desfavorable de variables tales como percepción de riesgo vital, aislamiento afectivo y social e incertidumbre sobre el futuro. Este trío ha sido el denominador común de esta pandemia y tendrá un tremendo impacto sobre los factores psicosociales.
Si sumamos esto a los disturbios en el orden de las conductas (alimentación, ejercicio, relación con el trabajo y las obligaciones, adicciones), las consecuencias podrían ser catastróficas.
Esto, en cierto modo, se amplificaría por la falta o posposición de los controles médicos habituales en la población general, justo cuando habíamos comenzado a hacer incipientes progresos en la prevención de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT).
En los próximos años tendremos una dura tarea de reconstrucción de la sociedad y de los sistemas sanitarios para hacer frente a las consecuencias de este período tan grave y complejo.
La humanidad debe unirse más que nunca para proyectar y construir un nuevo futuro, sin olvidar lo que tanto tiempo y esfuerzo nos costó aprender sobre prevención en medicina. Con sabiduría, un viejo dicho reza: “Más vale prevenir que curar”.
Estas y otras temáticas se verán en el Curso Superior de Hipertensión Arterial que el doctor Forcada brindará en Océano Medicina.
Sociedad Argentina de Cardiología Organización Panamericana de la Salud
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