La gestión clínica sobresale como una alternativa frente a las dificultades que se experimentan diariamente en la práctica asistencial. Dicha estrategia pone la toma de decisiones en manos de los profesionales de la salud. Pero, a cambio, pide información, mayor conocimiento y el desarrollo de habilidades no tradicionales.
Desde hace unos años se habla de lo vital que resulta para el ámbito asistencial de la salud dar con una adecuada gestión clínica. La descentralización de las organizaciones sanitarias, la mayor participación de los profesionales en la administración de recursos que emplean, o la apuesta a una mejora continua en los estándares de eficiencia, motorizan cambios de paradigmas en la cultura de los prestadores de salud.
La gestión clínica emerge como una iniciativa destinada a responder en el ámbito de la práctica diaria a dificultades e interrogantes: incluyen la variabilidad en la toma de decisiones clínicas, la creciente expectativa ciudadana depositada en los sistemas sanitarios, la gran innovación en tecnologías y el marco económico al que están sujetas las prácticas asistenciales. Sin olvidar, por supuesto, que el horizonte siempre es el paciente. Algunos expertos, de hecho, proponen denominar a esta microgestión como “gestión clínica orientada al paciente”.
En un artículo, publicado ya hace unos años en la Revista de Calidad Asistencial, aparece una definición. Allí Juan José Pérez, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública (España), comenta que la gestión clínica consiste en el uso de recursos intelectuales, humanos, tecnológicos y organizativos, con la finalidad de brindar un mejor cuidado de los enfermos. “Para hacer gestión clínica es necesario investigar y mejorar la eficacia y efectividad de los diagnósticos y tratamientos, analizar y optimizar los procesos de atención de los enfermos, y dotarse de la estructura organizativa y de control adecuada”, advierte allí el experto.
La gestión clínica se sustenta en principios éticos, científicos y asistenciales, además de económicos. Por otro lado, está fuertemente basada en la evaluación, la reflexión y la autocrítica. De ese modo, busca responder preguntas y rotular a las medidas diagnósticas y terapéuticas tomadas como:
•Éticas: lo que se hace en el hospital ¿beneficia al paciente? Las decisiones clínicas deben tener un adecuado balance riesgo/beneficio.
•Científicas: las exploraciones clínicas que se piden ¿disminuyen el nivel de incertidumbre del profesional?, ¿Le ayudan a tomar decisiones? La actividad asistencial persigue cambiar el curso natural de la enfermedad, todo lo que no colabore a ello puede carecer de sentido.
•Operativas: ¿cómo se evalúan los resultados? ¿Cómo se organiza la asistencia? ¿Qué disponibilidad de información clínica relevante existe en la unidad?
•Económicas: ¿cuál es el costó de las decisiones? ¿Qué otros usos alternativos pueden tener los recursos consumidos?
La gestión clínica busca descentralizar y depositar la toma de decisiones en los propios profesionales de la salud.”Si el profesional es quien decide el proceso productivo en el hospital al tomar decisiones, parece razonable que participe en la gestión de los recursos”, dice Pérez en el texto. Y agrega que aquí se pretende lograr que la toma de decisiones esté donde existe más información.
Los profesionales involucrados en gestión clínica deben evaluar la propia práctica. También lograr un mayor conocimiento de la historia natural de la enfermedad, las necesidades de cuidados que tiene el paciente, la evaluación de la tecnología diagnóstica y terapéutica disponible.
Por supuesto, necesitan, además, estudiar a fondo los resultados que pueden ser obtenidos (supervivencia, calidad de vida, etc.) con sus decisiones.
Varios estudios ya han explicitado la enorme variabilidad que existe en la práctica clínica y el uso poco racional que, con frecuencia, se da a los recursos asistenciales. Aseguran que en gran medida esto se debe a una explosión de medios diagnósticos y terapéuticos, que tienden a relegar a un segundo plano aspectos centrales de la asistencia. Quedan atrás, lamentablemente, la historia clínica, la valoración y exploración del paciente, la consideración de las circunstancias personales del enfermo y la comunicación entre profesionales.
“La gestión clínica demanda aprender a dirigir y a ser dirigidos, pide una contribución en las decisiones de las instituciones, pero también habilidades y áreas de conocimiento alejadas de la formación académica y profesional tradicional” reflexiona Pérez en el texto.
Medicina general
500 horasMedicina general
Pérez, Juan & García, Javier & Tejedor Fernández, Martín. (2002). Gestión clínica: conceptos y metodología de implantación. Revista de Calidad Asistencial. 17. 305–311. 10.1016/S1134-282X(02)77520-9.
Suscripción exitosa
¡Muchas gracias por suscribirte
a nuestro newsletter!